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Las fiebres hemorrágicas pueden estar causadas por muchos tipos diferentes de virus.
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En función del tipo de virus, estas infecciones pueden transmitirse mediante el contacto con la piel o los fluidos corporales de una persona infectada, a través de los excrementos o la orina de roedores infectados, a través de picaduras de insectos o al comer alimentos contaminados.
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Los síntomas incluyen fiebre, dolores musculares y corporales, cefalea y vómitos, así como hemorragia por la boca, la nariz o en órganos internos.
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Para confirmar el diagnóstico, los médicos realizan análisis de sangre o en ocasiones examinan al microscopio tejidos infectados.
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El tratamiento incluye la administración de líquidos y otras medidas para mantener las funciones corporales.
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Los fármacos antivíricos son eficaces contra algunos virus de la fiebre hemorrágica, pero no contra todos ellos.
(Véase también Introducción a las infecciones por arbovirus, arenavirus y filovirus.)
Varios grupos de virus pueden causar fiebre y otros síntomas que van acompañados de hemorragia grave (fiebre hemorrágica).
Los virus más frecuentemente asociados a la fiebre hemorrágica son
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Filovirus, como los virus Ébola y Marburg, que se producen principalmente en zonas de África central y occidental
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Los arenavirus, tales como el virus de la fiebre de Lassa en África occidental y el virus de Junín en América del sur
La hemorragia se produce porque el virus produce el derrame de sangre desde los vasos sanguíneos. Estas infecciones a menudo son mortales.
Muchos otros virus, incluyendo algunos arenavirus sudamericanos, el virus del dengue, los hantavirus y el virus de la fiebre amarilla pueden causar síntomas hemorrágicos.
Algunos de estos virus residen de forma natural en los animales. Algunos se propagan por la picadura de una garrapata o de un mosquito.