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La memoria y otras funciones mentales se pierden progresivamente.
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La pared de la aorta se abulta. Si no se trata, un aneurisma puede romperse y causar la muerte.
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Uretritis y vaginitis atrófica
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Los tejidos de la uretra se vuelven más delgados, lo que a veces provoca ardor durante la micción. Los tejidos de la vagina se vuelven más delgados, lo que a veces provoca dolor durante el coito.
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La glándula prostática se dilata e impide que la orina salga por la vejiga.
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El cristalino se nubla y altera la visión.
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El organismo no responde a la insulina que produce. Este trastorno puede comenzar durante la mediana edad; es posible que no se requiera tratamiento con insulina.
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El nervio óptico está dañado porque la presión en una parte del ojo es elevada; la visión se reduce progresivamente y puede causar ceguera. El glaucoma comienza por lo general durante la mediana edad.
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El cartílago que recubre las articulaciones se degenera y causa dolor. La artrosis suele comenzar durante la mediana edad.
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Los huesos se vuelven menos densos y más frágiles. Como resultado, las fracturas son más probables.
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Las células nerviosas en el cerebro degeneran de forma lenta y progresiva, provocando temblores, rigidez muscular y dificultad para moverse y mantener el equilibrio.
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La piel se rompe a causa de una presión prolongada que reduce el flujo sanguíneo a la zona afectada.
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El cáncer se desarrolla en la próstata y suele interferir en el flujo de orina.
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El virus de la varicela de una infección anterior se reactiva, lo que causa ampollas y, en ocasiones, un dolor insoportable de larga duración.
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Un vaso sanguíneo en el cerebro se bloquea o se rompe. Un ACV produce síntomas tales como debilidad o pérdida de sensibilidad en un lado del cuerpo, problemas de visión en un ojo, dificultad para hablar o entender, pérdida del equilibrio o la coordinación, o una cefalea (dolor de cabeza) repentina e intensa.
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El flujo de orina no puede ser controlado, lo que da lugar a pérdidas.
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