La muerte es parte intrínseca de la vida, y hablar de las probabilidades de evolución de una enfermedad, incluyendo la muerte y la agonía, es una parte importante de la atención sanitaria. Cuando se tratan estos temas hay diferencias notables entre médicos y afectados tanto en el lenguaje que utilizan como en el nivel de naturalidad con que los abordan.
También varía entre unas personas y otras el nivel de serenidad respecto a la cantidad de información que desean conocer y a su participación en las decisiones que haya que adoptar. Por lo general, las personas gravemente enfermas y sus seres queridos deben tratar de comprender el probable curso futuro de su enfermedad, así como las opciones disponibles para convivir con su discapacidad y su situación familiar.
La persona afectada debe dar a conocer sus preferencias con respecto al tratamiento y al apoyo familiar. Tales preferencias se conocen como voluntades anticipadas. Quienes no hablan con sus familias y cuidadores acerca de sus preferencias respecto a la atención cuando se encuentran en la fase terminal de sus vidas pueden ser objeto de tratamientos (como la quimioterapia o la cirugía) o acabar viviendo en situaciones (como en un hospital o una residencia) que no hubieran deseado.