Se desconoce la causa de este trastorno. Sin embargo, la ansiedad y la preocupación por cuándo se repetirá el trastorno pueden perpetuarlo. Los músculos pélvicos en tensión pueden ser parte de la causa.
Aparecen los cambios físicos que por lo general desencadena la estimulación sexual, aunque no se tenga deseo de mantener relaciones sexuales y no se esté excitada mentalmente ni emocionalmente (subjetivamente). El incremento del flujo sanguíneo hace que el clítoris (que equivale al pene en el hombre) y las paredes vaginales se hinchen (un proceso llamado congestión). El aumento del flujo sanguíneo lleva a que aumenten las secreciones vaginales (que proporcionan lubricación). Se nota un hormigueo o palpitaciones en la zona genital. Las sensaciones persisten durante horas o días. La mayoría de las mujeres consideran que estos cambios son incómodos, y les provocan angustia y vergüenza.
Al principio, los orgasmos (incluidos los alcanzados mediante autoestimulación) pueden ser un alivio temporal, pero a menudo cada vez son menos eficaces, además de ser una solución insatisfactoria y poco práctica.
Tratamiento
No existe un tratamiento claro. La relajación de los músculos pélvicos con ejercicios de biorretroalimentación (ver Biorretroalimentación) puede ser útil, en especial si se combina con terapia cognitiva basada en la conciencia plena (ver Tratamiento). La conciencia plena consiste en centrarse en lo que está sucediendo en cada momento. La terapia cognitiva basada en la conciencia plena combina la conciencia plena y la terapia cognitivo-conductual.
En algunos casos puede ser útil el simple reconocimiento de la existencia del trastorno, con la seguridad de que puede resolverse de manera espontánea. También son útiles la información sobre el trastorno y el apoyo, como puede serlo un tratamiento específico de la ansiedad que incluya psicoterapia y/o fármacos.