Muchas alteraciones óseas no cancerosas (benignas) parecen tumores óseos pero no lo son.
(Véase también Introducción a los tumores óseos.)
Quiste óseo aneurismático
Los quistes óseos aneurismáticos se desarrollan habitualmente antes de que las personas alcancen los 25 años de edad, y su causa no es conocida. Estos quistes se componen de múltiples sacos llenos de sangre apilados unos junto a otros. Estos quistes se suelen presentar cerca de los lados de los huesos largos (húmero y fémur), pero casi todos los huesos pueden quedar afectados. Los quistes tienden a crecer lentamente. Frecuentemente produce dolor y tumefacción. El quiste puede existir desde unas pocas semanas a un año antes de su diagnóstico.
Para diagnosticar los quistes óseos aneurismáticos, el médico frecuentemente utiliza radiografías y resonancia magnética nuclear (RMN). Los médicos también toman una muestra de tejido y la examinan al microscopio (biopsia).
El tratamiento más exitoso es la extirpación quirúrgica de la totalidad del quiste, aunque a veces reaparecen los quistes, especialmente si no se han extirpado totalmente. Se debe evitar la radioterapia siempre que sea posible porque en algunos casos se desarrollan tumores cancerosos después de administrarla. Sin embargo, la radioterapia es el tratamiento de elección para los quistes de la columna vertebral que ejercen presión sobre la médula espinal y no admiten tratamiento quirúrgico.
Quistes óseos unicamerales (quistes óseos simples)
Los quistes óseos unicamerales se producen cerca de las zonas del hueso a partir de las cuales tiene lugar el crecimiento (placas de crecimiento). Las placas de crecimiento son las que permiten a los niños crecer.
Los quistes causan con frecuencia adelgazamiento de los huesos cercanos, lo que puede derivar una rotura (fractura). Los quistes que miden menos de 2 pulgadas (unos 5 cm) de largo o de ancho pueden curarse y desaparecer cuando la fractura se cierra. Los quistes de más de 2 pulgadas (alrededor de 5 centímetros) de longitud o de anchura pueden requerir tratamiento, en especial en niños.
Para diagnosticar los quistes óseos unicamerales, los médicos suelen indicar radiografías. En la mayoría de los casos, las radiografías son suficientes para establecer el diagnóstico, pero a veces se solicitan otras pruebas de diagnóstico por la imagen, como la resonancia magnética nuclear (RMN) u, ocasionalmente, la tomografía computarizada (TC).
Casi siempre se tratan con inyecciones de corticoesteroides (a menudo varias veces), con masilla de hueso procesado o con sustitutos del hueso sintéticos. A veces, el tratamiento es la cirugía para eliminar del hueso el contenido del quiste raspándolo con un instrumento similar a una pala (legrado) y transplantar hueso desde un lugar a otro (injerto óseo). Independientemente del tratamiento, el quiste permanece o reaparece aproximadamente en un 10 al 15% de los casos.