Una persona autorizada (como un médico o personal de enfermería), debe confirmar de manera oficial y oportuna la muerte y certificar las causas y las circunstancias. La manera de cumplir con estos requisitos cambia sustancialmente según el país. Si la persona prefiere morir en casa, la familia debe saber con anticipación cuáles son las previsiones y qué deberá hacer. En general, cuando un enfermo está en un centro de cuidados paliativos, acostumbra a ser el personal de enfermería quien da todas las explicaciones sobre el procedimiento. Si por alguna razón se debe llamar a la policía o a otras instancias públicas, la familia debe saberlo y el organismo autorizado correspondiente debe ser informado previamente de que la persona agonizante está en su domicilio. Los programas de los centros de cuidados paliativos y de asistencia a domicilio suelen seguir un protocolo para notificar las defunciones a las autoridades y de ese modo ahorran a la familia trámites penosos. En cambio, si la familia no tiene relación con alguna de estas instituciones, debe contactar con el médico forense o con la persona responsable de los servicios funerarios, preferiblemente antes de que se produzca la defunción, para saber con quien deben contactar y a qué atenerse. Para los trámites con la compañía de seguros, tener acceso a las cuentas bancarias, transferir los títulos de propiedad del difunto y tramitar la herencia es necesario un certificado de defunción, por lo que la familia probablemente necesitará varias copias de este documento.
La familia puede ser reacia a pedir o a aprobar la realización de una autopsia, que no suele cubrir el seguro médico. La autopsia puede contribuir a ampliar los conocimientos sobre enfermedades que pueden causar la muerte y ayudará a los familiares a disipar cualquier incertidumbre sobre las causas del fallecimiento. Después de la autopsia, la familia o la funeraria prepararán el cuerpo para el entierro o la cremación. La ropa o la mortaja ocultará las incisiones realizadas durante la autopsia. Es mejor tomar las decisiones acerca de la autopsia antes de que se produzca la muerte porque, por lo general, es un momento menos estresante que inmediatamente después de ésta.
Los acuerdos previos, e incluso el pago anticipado de los servicios funerarios, pueden resultar de gran ayuda a la familia, al igual que el conocimiento de las preferencias personales del moribundo respecto a lo que se debe hacer con su cadáver. Las opciones pueden oscilar entre el entierro, la cremación o la donación para la investigación. Muchas familias celebran un funeral o se reúnen para honrar la memoria de su ser querido. Algunos eligen celebrar una ceremonia funeraria poco después del fallecimiento, mientras que otros prefieren celebrar un acto mucho más formal unas semanas o incluso unos meses más tarde, para honrar la memoria de la persona difunta.
La mayoría de las personas que han perdido un ser querido pasan, durante los primeros 6 meses, por una situación de duelo en la que experimentan incredulidad, rabia, depresión, soledad, desorientación y añoranza. La tristeza va atenuándose con el paso del tiempo, pero persiste el sentimiento de pérdida. Las personas no se sobreponen a la pérdida de los seres queridos, pero la aceptan y siguen adelante con su vida.
En Estados Unidos, los programas de cuidados paliativos que reciben fondos de Medicare están obligados a proporcionar servicios de duelo a familiares y amigos durante al menos un año después de la muerte de la persona que recibe cuidados paliativos.