(Véase también Generalidades sobre las arritmias).
La fibrilación ventricular (FV) es secundaria al desarrollo de múltiples ondas de actividad eléctrica en circuitos de reentrada, que se manifiestan en el ECG con ondulaciones basales ultrarrápidas de duración y forma irregulares.
La fibrilación ventricular es el ritmo de presentación en alrededor del 70% de los pacientes que experimentan paro cardíaco y, por ende, es el evento terminal de muchas enfermedades. En forma global, la mayoría de los pacientes con FV tienen una cardiopatía subyacente (en forma típica, miocardiopatía isquémica, pero también puede corresponder a una miocardiopatía hipertrófica o dilatada, una displasia arritmogénica ventricular derecha o un síndrome de Brugada). El riesgo de fibrilación ventricular asociado con cualquier enfermedad aumenta en presencia de trastornos electrolíticos, acidosis, hipoxemia o isquemia.
La fibrilación ventricular es mucho menos frecuente en lactantes y niños, en los cuales la asistolia es la forma de presentación predominante del paro cardíaco.
Tratamiento
El tratamiento de la fibrilación ventricular se realiza con reanimación cardiopulmonar, que incluye desfibrilación. La tasa de éxito asociada con la desfibrilación inmediata (dentro de los primeros 3 minutos) es de alrededor de 95%, siempre que el paciente no presente insuficiencia cardíaca abrumadora previa. En ese caso, incluso la fibrilación inmediata sólo tiene éxito en el 30% de los pacientes y la mayoría de los individuos reanimados mueren debido a insuficiencia cardíaca antes del alta hospitalaria.
Los pacientes con fibrilación ventricular no asociada con una causa reversible o transitoria presentan un riesgo elevado de experimentar el mismo cuadro y muerte súbita en el futuro. Casi todos estos pacientes requieren un cardiodesfibrilador implantable y muchos deben recibir fármacos antiarrítmicos en forma concomitante con el fin de reducir las recidivas de la taquicardia y la FV.