Generalidades sobre la vasculitis

PorAlexandra Villa-Forte, MD, MPH, Cleveland Clinic
Reviewed ByBrian F. Mandell, MD, PhD, Cleveland Clinic Lerner College of Medicine at Case Western Reserve University
Revisado/Modificado dic 2024
Vista para pacientes

La vasculitis se caracteriza por la inflamación de los vasos sanguíneos, que puede conducir a la destrucción de la pared vascular e isquemia y necrosis tisular aguas abajo. La vasculitis puede estar asociada con inflamación de órganos, pero la inflamación puede no ser por vasculitis. La vasculitis puede afectar a todos los vasos sanguíneos—arterias, arteriolas, venas, vénulas, o capilares. Las manifestaciones clínicas de las distintas enfermedades con vasculitis son diversas y dependen del tamaño y la ubicación de los vasos afectados, la extensión de la afectación orgánica y el grado y el patrón de la inflamación extravascular.

Etiología de la vasculitis

Las vasculitis pueden ser

  • Primaria

  • Secundaria

La vasculitis primaria no tiene causa conocida.

La vasculitis secundaria puede estar desencadenada por una infección, un medicamento o una toxina, o puede ocurrir como parte de otro trastorno inflamatorio (p. ej., lupus eritematoso sistémico, policondritis recidivante) o cáncer.

Fisiopatología de la vasculitis

La descripción histológica de los vasos afectados debe incluir lo siguiente:

  • Una descripción de los daños pared del vaso (p. ej., tipo y localización del infiltrado inflamatorio, extensión y tipo de daño, presencia o ausencia de necrosis fibrinoide)

  • Una descripción de las respuestas de curación (p. ej., engrosamiento de la íntima, fibrosis)

Algunas características (p. ej., el predominio de tipo celular inflamatorio, la ubicación de la inflamación) sugieren procesos vasculíticos particulares y pueden ayudar al diagnóstico. Por ejemplo, en muchas lesiones agudas, las células inflamatorias predominantes son leucocitos polimorfonucleares; en lesiones crónicas, los linfocitos pueden predominar.

La inflamación puede ser segmentaria o afectar todo el vaso. En los sitios de inflamación, existen diversos grados de inflamación celular y necrosis o cicatrización en una o más capas de la pared vascular. La inflamación de la media de una arteria muscular tiende a destruir la lámina elástica interna. Algunas formas de vasculitis se caracterizan por células gigantes en la pared del vaso. En algunos trastornos vasculíticos, como la granulomatosis con poliangeítis o la enfermedad de Kawasaki, la inflamación del vaso (vasculitis verdadera) es solo una parte de la fisiopatología y existe una inflamación parenquimatosa predominante en un patrón característico que involucra órganos específicos.

La vasculitis leucocitoclástica es un término histopatológico utilizado para describir los hallazgos en pequeños vasos cutáneos con vasculitis. Se refiere a la rotura de células inflamatorias que dejan pequeños fragmentos nucleares (restos nucleares) dentro y alrededor de los vasos. La inflamación es transmural, y no granulomatosa. Al comienzo predominan los leucocitos polimorfonucleares; luego los linfocitos. La resolución de la inflamación tiende a producir fibrosis y engrosamiento de la íntima. El engrosamiento de la íntima o la formación secundaria de coágulos pueden estrechar la luz del vaso, disminuir el flujo sanguíneo y producir isquemia o necrosis de los tejidos.

Tabla
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Clasificación de las vasculitis

Las afecciones vasculíticas pueden clasificarse de acuerdo con el tamaño del vaso predominante afectado. Sin embargo, a menudo existe superposición. La nomenclatura se ha desarrollado para ayudar a clasificar los diversos trastornos según el compromiso de los vasos predominantes (es decir, los vasos grandes, los vasos medianos y los pequeños) y la categoría de la enfermedad cuando sea relevante (1, 2). Las vasculitis de un solo órgano se refieren a una vasculitis que se limita a un solo órgano (p. ej., vasculitis primaria del sistema nervioso central).

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Referencias de la clasificación

  1. 1. Jennette JC, Falk RJ, Bacon PA, et al. 2012 revised International Chapel Hill Consensus Conference Nomenclature of Vasculitides. Arthritis Rheum 2013;65(1):1-11. doi:10.1002/art.37715

  2. 2. Sunderkötter CH, Zelger B, Chen KR, et al. Nomenclature of Cutaneous Vasculitis: Dermatologic Addendum to the 2012 Revised International Chapel Hill Consensus Conference Nomenclature of Vasculitides. Arthritis Rheumatol 2018;70(2):171-184. doi:10.1002/art.40375

Signos y síntomas de la vasculitis

El tamaño de los vasos afectados ayuda a determinar la presentación clínica.

Independientemente del tamaño de los vasos afectados, los pacientes pueden presentar signos y síntomas de inflamación sistémica (p. ej., fiebre, sudores nocturnos, astenia, anorexia, pérdida de peso, artralgias, artritis). Algunas manifestaciones pueden poner en riesgo la vida o el órgano afectado, y requieren tratamiento inmediato:

Las vasculitis pequeñas y medianas se suelen manifestar con lesiones cutáneas como púrpura palpable, urticaria, úlceras, livedo reticularis y nódulos.

Diagnóstico de la vasculitis

  • Anamnesis y examen físico

  • Pruebas de laboratorio básicas para detectar inflamación y disfunción orgánica (p. ej., hemograma completo, velocidad de sedimentación globular [VSG] o proteína C reactiva, albúmina sérica y proteína total, aspartato aminotransferasa [AST], alanina aminotransferasa [ALT] nitrógeno ureico en sangre [BUN] y creatinina, análisis de orina) y para estadificar el proceso de la enfermedad

  • Pruebas de laboratorio para ayudar a definir el tipo de vasculitis (p. ej., anticuerpos anticitoplasma de neutrófilos [ANCA]) sugeridas según la evaluación clínica

  • Pruebas de laboratorio y estudios de diagnóstico por imágenes que pueden ayudar a determinar la causa de la vasculitis (p. ej., crioglobulinas, prueba para detectar el antígeno de superficie de la hepatitis B, pruebas para detectar anticuerpos contra el core y el antígeno de superficie de la hepatitis B y prueba para identificar el anticuerpo contra el virus de la hepatitis C, hemocultivos) y el grado de compromiso orgánico

  • Biopsia

Debe sospecharse una vasculitis sistémica en pacientes que presentan los siguientes síntomas:

  • Síntomas o signos sugestivos de vasculitis (p. ej., dolor de cabeza temporal y claudicación mandibular que sugiere arteritis de células gigantes)

  • Manifestaciones isquémicas (p. ej., accidente cerebrovascular isquémico, claudicación de una extremidad, isquemia mesentérica) que no guardan proporción con los factores de riesgo de arteriosclerosis del paciente

  • Combinación inexplicable de síntomas compatibles con vasculitis en más de un órgano (p. ej., hipertensión, mialgias, hemoptisis), en particular en presencia de síntomas de una enfermedad sistémica

Las enfermedades vasculíticas primarias se diagnostican por la presencia de síntomas característicos, hallazgos físicos, resultados de estudios de laboratorio compatibles, y luego de excluir otras causas (es decir, vasculitis secundaria). Debe realizarse un examen histológico siempre que sea posible y que pueda avalar el diagnóstico de una enfermedad vasculítica en particular (véase tabla Datos histológicos que orientan el diagnóstico de enfermedades vasculíticas). Los hallazgos clínicos determinan el diagnóstico diferencial y, por lo tanto, las pruebas de laboratorio directas.

La mayoría de las pruebas de laboratorio de rutina arrojan resultados que son inespecíficos y deben interpretarse en el contexto de toda la presentación clínica. Sin embargo, los resultados a menudo pueden apoyar el diagnóstico, determinar la localización y el grado de afectación de loa órganos, o sugerir diagnósticos alternativos. Entre los estudios por realizar se incluyen hemograma completo, eritrosedimentación y/o proteína C reactiva, concentración de albúmina y de proteínas totales en suero, GPT y GOT. A menudo, los pacientes presentan elevación de la eritrosedimentación o de proteína C reactiva, anemia debida a inflamación crónica, elevación de las plaquetas y baja concentración de albúmina en suero. Debe hacerse estudio de orina fresca para identificar la presencia de eritrocitos, cilindros eritrocíticos, y proteínas para identificar afectación renal. Es preciso controlar la concentración de creatinina en suero. La leucopenia y la trombocitopenia no son típicas de la vasculitis primaria y sugieren un diagnóstico alternativo.

La detección de ANCA (antineutrophil cytoplasmic antibodies) puede apoyar el diagnóstico de granulomatosis con poliangeítis (GPA), granulomatosis eosinofílica con poliangeítis (EGPA), o poliangeítis microscópica (llamadas colectivamente vasculitis asociadas a ANCA). Los estudios estandarizados para ANCA incluyen tinción de inmunofluorescencia e inmunoanálisis ligado a enzimas (ELISA). La tinción por inmunofluorescencia de neutrófilos fijados en etanol permite detectar el patrón citoplasmático de c-ANCA o el patrón perinuclear de p-ANCA. Luego se utiliza ELISA para buscar anticuerpos específicos contra los principales autoantígenos: proteinasa-3 (PR3), que produce el patrón de tinción de c-ANCA, o mieloperoxidasa (MPO), que produce el patrón de tinción de p-ANCA que se observa en neutrófilos fijados en etanol. Debido a que las vasculitis asociadas a ANCA son raras y la prueba de ANCA no es por completo específica, solo debe emplearse cuando existe una probabilidad moderadamente alta de esta enfermedad. Una prueba ANCA positiva puede indicar infecciones que pueden causar una vasculitis secundaria, incluyendo endocarditis.

Otras pruebas de laboratorio útiles incuyen las pruebas serológicas para hepatitis B y C, electroforesis de proteínas en suero y orina, anticuerpos antinucleares y el panel anti- antígenos nucleares extraíbles, estudio de crioglobulinas, y niveles de complemento. Los niveles de complemento pueden ser bajos en vasculitis viral, vasculitis crioglobulinémica, trastornos linfoproliferativos o vasculitis secundaria a otras enfermedades autoinmunes.

El resto de los estudios se determina según la clínica. Si los signos clínicos lo indican, debe hacerse radiografía de tórax en busca de infiltrados, aunque puede ser necesaria una TC sin contraste de alta resolución de tórax para detectar hallazgos sutiles como pequeños nódulos o cavidades. Un infiltrado difuso bilateral sugiere una hemorragia alveolar, que requiere inmediato diagnóstico y tratamiento. Pueden ser necesarios otros estudios por la imagen. Por ejemplo, una angiografía por resonancia magnética de grandes vasos y de la aorta ayuda al diagnóstico y control de vasos afectados. Si los síntomas y el examen sugieren una neuroptía, un electromiograma puede ser útil.

Dado que las enfermedades vasculíticas son raras y el tratamiento puede tener efectos adversos graves, debe hacerse biopsia de tejidos para confirmar el diagnóstico siempre que sea posible. Los hallazgos clínicos sugieren el mejor sitio de biopsia. Es más probable que los resultados de la biopsia sean positivos si se toma de tejidos afectados como el pulmón, la piel y el tejido renal. Es poco probable que se obtengan resultados positivos de una biopsia de órganos sin manifestaciones clínicas o signos de laboratorio que sugieran afección.

Tratamiento de la vasculitis

  • Inducción de la remisión con corticosteroides, a menudo con otro inmunosupresor en la mayoría de las formas de vasculitis (p. ej., rituximab para la vasculitis asociada a ANCA)

  • Mantenimiento de la remisión, en general con disminución gradual de los corticosteroides para reducir la toxicidad más otro inmunosupresor (p. ej., rituximab para la vasculitis asociada a ANCA)

El tratamiento de la vasculitis depende de la etiología, el tipo de vasculitis y la extensión y la gravedad de la enfermedad. Para los trastornos vasculíticos secundarios, generalmente es útil el tratamiento de la enfermedad subyacente (p. ej., para la vasculitis crioglobulinémica asociada con hepatitis C) o la eliminación de la causa (p. ej., infección, medicación, cáncer).

En vasculitis primaria, el objetivo del tratamiento es inducir y mantener la remisión. La duración de la remisión es difícil de predecir y puede depender del tipo de vasculitis. En muchos pacientes, para mantener la remisión se requiere continuar la terapia inmunosupresora con una dosis baja de corticosteroides o sin esta. Durante este período, el objetivo es eliminar o reducir la dosis de corticosteroides y utilizar inmunosupresores menos potentes (y menos tóxicos) si son necesarios.

Todos los pacientes tratados con inmunosupresores deben controlarse en busca de infecciones oportunistas y otras infecciones. Se deben realizar pruebas para detectar tuberculosis, hepatitis B y hepatitis C, que pueden reactivarse o exacerbarse con algunas terapias inmunosupresoras. Se debe considerar la profilaxis contra para los pacientes que reciben terapia inmunosupresora potente o prolongada.

Inducción de remisión

En la mayoría de las formas de vasculitis, el tratamiento inicial comienza con corticoesteroides y un inmunodepresor adicional. El enfoque del tratamiento depende de la gravedad de la enfermedad. En general:

  • Una vasculitis grave de progresión rápida que compromete la vida o la integridad de órganos (p. ej., causante de hemorragia alveolar, glomerulonefritis de progresión rápida o isquemia mesentérica) es una emergencia médica que requiere hospitalización y tratamiento inmediato. En general se prescriben altas dosis de corticosteroides. Las dosis específicas deben ser individualizadas. Por ejemplo, para la vasculitis grave asociada a ANCA, se puede utilizar 1 g de metilprednisolona IV una vez al día durante 3 días ("dosis de pulso"), seguida de 1 mg/kg de prednisona (o la dosis equivalente de metilprednisolona) por vía oral una vez al día. Luego, la dosis se reduce lentamente, según la tolerancia, hasta que se suspende el fármaco. Puede ser necesario modificar este esquema si el paciente no mejora o si presenta recaídas. El rituximab (o ciclofosfamida) a menudo se inicia con corticosteroides para la inducción de la remisión y permite reducir la dosis de corticosteroides.

  • Las presentaciones menos graves de la vasculitis pueden tratarse con dosis más bajas de corticosteroides, junto con inmunosupresores menos potentes. Por ejemplo, en pacientes con vasculitis asociada a ANCA que no es potencialmente mortal, se puede considerar metotrexato oral semanal, además del corticosteroide.

Mantenimiento de la remisión

Se disminuyen los corticosteroides hasta suspenderlos o hasta la mínima dosis necesaria para mantener la remisión. Para varias formas de vasculitis, se prescribe un inmunosupresor menos tóxico para mantener la remisión mientras se reducen los corticosteroides y cuando idealmente estos se suspenden. La duración de la terapia de mantenimiento varía entre uno y varios años, en función del paciente, el diagnóstico específico y la tendencia a recidivar. En pacientes con recidivas frecuentes, puede ser necesario continuar con los inmunosupresores de por vida.

El uso de corticosteroides a largo plazo puede tener efectos adversos importantes. Los pacientes que toman ≥ 7,5 mg de prednisona por día o dosis equivalentes de otros corticosteroides deben recibir suplementos de calcio y vitamina D y bisfosfonatos para prevenir o minimizar la osteoporosis; es necesario controlar la densidad ósea. Puede ser necesario administrar corticosteroides adicionales en pacientes graves o sometidos a cirugía que pueden tener una supresión del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, lo que depende de la dosis y la duración del tratamiento con corticosteroides y de la duración y la intensidad del estrés.

Conceptos clave

  • La vasculitis puede ser un trastorno primario o secundaria a otras causas.

  • La vasculitis tiende a afectar a los vasos de pequeño, mediano o gran tamaño, cada uno con ciertos patrones de afectación orgánica.

  • Las manifestaciones clínicas pueden ser sistémicas o específicas de órgano, dependiendo de los vasos que se ven afectados.

  • Se deben hacer análisis de sangre, estudios por la imagen y biopsia de tejido si está indicada, para determinar la causa de la vasculitis (incluyendo trastornos como infecciones y cáncer), grado de afectación de órganos y gravedad de la enfermedad.

  • Tratamiento con corticosteroides y otros inmunosupresores.

  • Abordar mayores riesgos de infección y osteoporosis causados por el tratamiento de la vasculitis con seguimiento y/o tratamientos profilácticos.

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