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Cuando los lactantes mayores o los niños pequeños sufren convulsiones, suelen presentar síntomas típicos, tales como sacudidas de parte del cuerpo o de su totalidad, pero los recién nacidos sólo pueden chasquear los labios, masticar involuntariamente o doblegarse periódicamente.
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Para diagnosticar el trastorno se emplea la electroencefalografía (EEG) y para identificar su causa se realizan análisis de sangre y orina, imágenes cerebrales y, a veces, una punción lumbar.
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Cuando un niño sufre una convulsión, los progenitores u otros cuidadores deben tratar de proteger al niño del daño, por ejemplo, manteniéndole lejos de escaleras, objetos afilados y otros peligros potenciales.
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El tratamiento se centra principalmente en la causa, pero si las convulsiones continúan después del tratamiento de la causa, se administran anticonvulsivos.
Las convulsiones son una descarga eléctrica anómala, no regulada, de las células nerviosas del encéfalo o de parte del mismo. Esta secreción anormal puede causar
Las convulsiones consisten en rigidez y sacudidas y violentas e involuntarias de los músculos de una gran parte del cuerpo.
La epilepsia no es un trastorno específico pero se refiere a la tendencia a sufrir convulsiones recurrentes que pueden tener o no una causa identificable.
Las convulsiones en los niños suelen ser similares a las convulsiones de los adultos. Sin embargo, algunos tipos específicos, como las convulsiones febriles y los espasmos infantiles, ocurren solo en los niños.
Algunos cuadros clínicos infantiles, como los espasmos del llanto o del sollozo y los terrores nocturnos, pueden parecerse a las convulsiones pero no suponen una alteración de la actividad eléctrica cerebral y, por lo tanto, no son convulsiones propiamente dichas.
Estado epiléptico
El estado epiléptico hace referencia a una única convulsión de larga duración o a varias convulsiones más breves que tienen lugar sin que el niño recupere la conciencia entre las mismas. Las convulsiones que duran más de unos 30 minutos se consideran estado epiléptico. Los niños con estado epiléptico corren el riesgo de sufrir daño cerebral y de otros órganos, así como insuficiencia respiratoria, por lo que es necesario un tratamiento rápido de las convulsiones que duran más de 5 minutos.
Causas
En los recién nacidos, las convulsiones pueden estar causadas por
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Anomalías metabólicas temporales, como un nivel bajo de azúcar en la sangre
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Un trastorno grave, como una malformación cerebral, una lesión del cerebro durante el embarazo, la falta de oxígeno durante el parto o una infección grave.
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Trastornos hereditarios que tienen su origen en mutaciones en un gen, como el trastorno hereditario del metabolismo
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El consumo materno de determinados medicamentos durante el embarazo
Las convulsiones causadas por trastornos hereditarios del metabolismo suelen comenzar durante la lactancia o la infancia.
Algunas causas de convulsiones en recién nacidos, lactantes y niños
Tipo |
Trastorno |
Trastorno general |
Fiebre alta Infección en la sangre (septicemia) Asfixia perinatal (no tener suficiente oxígeno), como puede ocurrir durante la fase de dilatación o la de expulsión |
Trastornos cerebrales |
Sangrado (hemorragia) intracerebral Infecciones como encefalitis o meningitis Trastornos genéticos que afectan las funciones neurológicas del cerebro Tumores (raramente) |
Trastornos metabólicos |
Trastornos hereditarios que afectan al metabolismo de aminoácidos, grasas o hidratos de carbono Anomalía temporal en los niveles sanguíneos de azúcar (glucosa), calcio, magnesio, vitamina B6 o sodio |
Fármacos o sustancias |
Consumo de drogas materno (como cocaína, heroína) o sedantes (como el diazepam) durante la gestación, que provocan síndrome de abstinencia en el bebé Ingestión accidental de un fármaco o un veneno por parte de un bebé o un niño pequeño |
En bebés mayores y niños, la causa de las convulsiones puede ser desconocida.
Las convulsiones febriles son bastante frecuentes en niños pequeños.
Las convulsiones pueden ser hereditarias.
Síntomas
En los recién nacidos, las convulsiones pueden ser difíciles de reconocer. Los recién nacidos pueden mover los labios o masticar involuntariamente. Parece que sus ojos miran fijamente en diferentes direcciones. Periódicamente, pueden perder el tono muscular y/o dejar de respirar.
En lactantes mayores o en niños pequeños, una parte del cuerpo o su totalidad tiembla, sufre sacudidas o se vuelve rígida. Las extremidades se agitan involuntariamente. Los niños pueden mirar fijo, confundirse, notar sensaciones inusuales (como entumecimiento u hormigueo) en partes del cuerpo o tener sentimientos inusuales (como sentirse muy asustado sin razón).
Pronóstico
El pronóstico depende de la causa.
Una convulsión en sí no parece dañar el cerebro o causar problemas duraderos a menos que se prolongue durante más de una hora (la mayoría de las convulsiones duran sólo unos pocos minutos). No obstante, muchos trastornos que causan convulsiones pueden provocar problemas permanentes. Por ejemplo, algunos trastornos pueden afectar al desarrollo del niño. Está en discusión si algunos tipos de convulsiones periódicas afectan al cerebro en desarrollo.
Diagnóstico
Los niños que presentan convulsiones son valorados de inmediato para comprobar si presentan causas graves y causas que se puedan corregir.
Si un niño ha tenido convulsiones, el médico realiza una exploración. También pregunta a los padres si algún miembro de la familia ha tenido convulsiones.
La electroencefalografía (EEG, una prueba que registra las ondas cerebrales utilizando sensores colocados en el cuero cabelludo) sirve para descartar una actividad eléctrica anómala en el cerebro. La EEG se realiza mientras los bebés o los niños están despiertos y mientras duermen.
Los médicos solicitan otras pruebas para buscar una causa basada en los síntomas del niño y los resultados de la exploración clínica. Estas pruebas pueden incluir
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Medición de los niveles de oxígeno en sangre utilizando un sensor colocado en un dedo de la mano (pulsioximetría) para determinar si el nivel de oxígeno es bajo
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Análisis de sangre para medir el nivel de azúcar en la sangre (glucosa), calcio, magnesio, sodio y otras sustancias para detectar trastornos metabólicos
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Una punción lumbar para obtener una muestra del líquido que rodea el cerebro y la médula espinal (líquido cefalorraquídeo). Esta muestra se analiza para detectar infecciones cerebrales y otros trastornos
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Cultivos de sangre y orina para detectar infecciones
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Se realizan pruebas de diagnóstico por la imagen del encéfalo, como la tomografía computarizada (TC) o la resonancia magnética nuclear (RMN), para detectar posibles malformaciones encefálicas, hemorragias, tumores y otros daños estructurales del tejido encefálico (por ejemplo, el daño causado por un accidente cerebrovascular)
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Pruebas genéticas para detectar trastornos genéticos que pueden estar asociados con convulsiones
Tratamiento
El tratamiento de las convulsiones en bebés y niños se centra principalmente en la causa de la convulsión. Por ejemplo, a los niños que sufren una infección bacteriana se les administran antibióticos y a los que presentan una concentración baja de azúcar (glucosa) en sangre se les administra glucosa. Otras causas tratables son las infecciones víricas, algunos tumores y las concentraciones anormales de sodio, calcio y magnesio en sangre.
A veces los niños necesitan tomar medicamentos para controlar las convulsiones (medicamentos anticonvulsivos), especialmente si la causa no puede ser eliminada.
Si los fármacos son ineficaces, a veces se recomienda la cirugía.
Medidas inmediatas
Cuando un niño tiene una convulsión, los padres o los cuidadores deben hacer lo siguiente para tratar de evitar que el niño sufra lesiones:
Una vez finalizada la convulsión, los progenitores u otros cuidadores deben hacer lo siguiente:
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Permanecer con el niño hasta que esté completamente consciente
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Comprobar si respira y, si parece que no lo hace, comenzar la respiración boca a boca (si el niño está sufriendo convulsiones, no es necesario intentar la respiración boca a boca, que puede lesionar al niño o a la persona que la realiza) y avisar a los servicios médicos de emergencia.
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No administrarle ningún alimento, líquido ni fármaco por vía oral hasta que esté completamente consciente
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Comprobar si hay fiebre y, si la hay, tratarla.
Se puede bajar la fiebre poniendo un supositorio de paracetamol (acetaminofeno) al niño si está inconsciente o es demasiado pequeño para tomar medicamentos por vía oral, o administrando paracetamol (acetaminofeno) o ibuprofeno por vía oral si el niño está consciente. También se debe retirar la ropa de abrigo.
Se debe llamar a una ambulancia si ocurre cualquiera de las situaciones siguiente:
Todo niño que sufre por primera vez una convulsión debe ser llevado al departamento de emergencias de un hospital. Cuando se sabe que el niño sufre un trastorno convulsivo, los padres deben tratar previamente con el médico cuándo, dónde y con qué urgencia es necesaria la valoración médica si se produce otra convulsión.
Los médicos suelen administrar medicamentos para detener una convulsión que dura 5 minutos o más para prevenir el estado epiléptico. Entre los fármacos empleados para poner fin a las convulsiones se encuentran el sedante lorazepam o los anticonvulsivantes fenobarbital, fosfenitoína o levetiracetam (por vía intravenosa). Si no se puede administrar el fármaco por vía intravenosa, se puede aplicar gel de diazepam en el recto o midazolam líquido por la nariz (vía intranasal). Diazepam y midazolam son sedantes similares al lorazepam que pueden ayudar a detener las convulsiones. Los niños que han recibido estos medicamentos o que presentan estado epiléptico son controlados cuidadosamente para detectar problemas respiratorios y de presión arterial.
Si los niños continúan teniendo convulsiones después de tratada la causa, se les administran anticonvulsivantes por vía intravenosa. Luego se les observa de cerca para detectar posibles efectos secundarios, como la ralentización de la respiración.
Si los anticonvulsivantes controlan las convulsiones, puede suspenderse su administración antes de que los niños sean dados de alta de la unidad de neonatos o del hospital. La suspensión o no de los anticonvulsivantes depende de la causa de las convulsiones, su gravedad y los resultados de la electroencefalografía (EEG).
Medicamentos anticonvulsivantes
Si los niños han sufrido solo una crisis convulsiva no suelen necesitar tomar un anticonvulsivo (ver Uso de fármacos para tratar las convulsiones en los niños). Se utilizan anticonvulsivantes si se repiten las convulsiones o si es probable que se repitan.
La dosis de anticonvulsivantes se incrementa por lo general si la dosis estándar no controla adecuadamente las convulsiones. La dosis puede ajustarse a medida que el niño crece y aumenta de peso. Se puede sustituir o añadir otro anticonvulsivante si el primero fue eficaz sólo parcialmente o presentó efectos secundarios molestos. Los anticonvulsivantes pueden interactuar con otros fármacos, por lo que los padres deben decir al médico todos los medicamentos y todos los complementos que el niño esté tomando.
En ocasiones, los médicos realizan análisis de sangre para medir la concentración del fármaco, lo que ayuda a determinar si la dosis es correcta y si el niño lo está tomando. Estas pruebas se repiten a veces cuando se cambia la dosis, cuando el niño ha crecido significativamente o cuando se inicia un nuevo medicamento.
La necesidad de seguir tomando anticonvulsivantes depende de la causa de las convulsiones y del tiempo en el que el niño ha permanecido sin crisis. La mayoría de los niños siguen tomando anticonvulsivos hasta que permanezcan libres de crisis convulsivas durante 2 años seguidos. El riesgo de tener una convulsión después de 2 años sin crisis es inferior al 50%. Sin embargo, tener otro trastorno que afecte al cerebro y a los nervios (como la parálisis cerebral) aumenta el riesgo de presentar otro ataque.
Cuando se suspenden los anticonvulsivantes, la dosis se reduce durante un período de tiempo en vez de interrumpir por completo el fármaco.
Cirugía para las convulsiones
Algunas veces, el tratamiento quirúrgico puede ser una opción a considerar si los niños continúan teniendo crisis a pesar de estar tomando dos o más anticonvulsivantes o si no toleran los efectos secundarios del tratamiento farmacológico. El tratamiento consiste en la extirpación quirúrgica de un área del cerebro. Por lo general se realiza sólo cuando las convulsiones son causadas por una sola área en el cerebro y este área se pueden eliminar sin afectar significativamente a la capacidad funcional del niño. A veces esta operación reduce sustancialmente el número de convulsiones que sufre el niño. Pueden realizarse pruebas para ayudar a determinar qué área del cerebro es la responsable de las crisis. Estas pruebas son las siguientes:
Antes de llevar a cabo la cirugía, un neurocirujano y un neurólogo explican los riesgos y beneficios de la cirugía a los padres. Incluso cuando la cirugía reduce la frecuencia y la gravedad de las crisis, muchos niños necesitan continuar tomando anticonvulsivos. Sin embargo, suelen tomar dosis más bajas o un menor número de fármacos.
Estimulación del nervio vago
La estimulación del nervio vago (el décimo par craneal) a veces puede reducir el número de convulsiones que tienen los niños. Se cree que el nervio vago tiene conexiones indirectas con áreas del cerebro que a menudo están implicadas en la aparición de las crisis. Este procedimiento se puede utilizar en niños tan pequeños como de 4 años de edad. Se considera este procedimiento cuando los anticonvulsivantes son ineficaces y no es posible realizar un tratamiento quirúrgico de la epilepsia.
Para estimular el nervio vago, los médicos implantan un dispositivo parecido a un marcapasos cardíaco bajo la clavícula izquierda, y lo conectan al nervio vago situado en el cuello con un cable que pasa por debajo de la piel. El aparato causa un pequeño abultamiento bajo la piel. Es una cirugía ambulatoria y dura aproximadamente de 1 a 2 horas. El dispositivo se enciende y se apaga continuamente, con lo que estimula periódicamente el nervio vago. El médico puede cambiar fácilmente y sin dolor la configuración para estimular el nervio con una varita magnética colocada sobre el dispositivo. Además, cuando el niño siente que está comenzando un ataque o cuando un miembro de la familia ve que comienza a convulsionar, se puede utilizar un imán (que se suele llevar en forma de pulsera) para configurar el dispositivo para estimular el nervio con más frecuencia.
La estimulación del nervio vago se usa junto con los medicamentos anticonvulsivos. Entre los posibles efectos secundarios se encuentran la ronquera, tos y cambio en la voz, que se hace más profunda cuando se estimula el nervio. La estimulación del nervio vago por lo general hace que el niño esté más alerta. El aumento de la alerta puede mejorar la atención, pero a veces interfiere con el sueño.
Estimulación del encéfalo
A veces, la administración de estimulación eléctrica a la parte del encéfalo en la que comienzan las convulsiones puede interrumpir una convulsión antes de que comience o acortar una crisis que ha comenzado. El sistema de neuroestimulación sensible es un dispositivo que se parece a un marcapasos cardíaco. Se implanta en el interior del cráneo. El dispositivo está conectado mediante cables a una o dos áreas del cerebro que causan las convulsiones. Este sistema monitoriza la actividad eléctrica cerebral. Cuando detecta actividad eléctrica inusual, estimula las áreas del cerebro que causan las convulsiones.
El sistema de neuroestimulación sensible se usa junto con los medicamentos anticonvulsivos.
La cirugía para implantar el sistema requiere anestesia general y por lo general dura entre 3 a 4 horas. Los niños necesitan pasar la noche en el hospital. Muchos niños pueden retomar sus actividades cotidianas en unos pocos días.
Los niños no pueden sentir el dispositivo o la estimulación, y el dispositivo se puede retirar si es necesario.
Dieta cetogénica
En algunas situaciones el médico puede prescribir una dieta cetogénica. Un médico y un dietista deben supervisar la dieta. Esta dieta restrictiva es muy baja en hidratos de carbono y muy alta en grasas. Cuando el organismo descompone las grasas para producir energía, se forman sustancias llamadas cetonas. En algunos niños, las cetonas ayudan a controlar las convulsiones. La dieta cetogénica debe ser cuidadosamente controlada y requiere que las cantidades de alimentos sean medidas de forma precisa. Incluso un pequeño bocado o simplemente probar un alimento restringido puede ocasionar una convulsión. Los niños pueden tener dificultades para seguir una dieta estricta. Si los niños que están siguiendo una dieta cetogénica mejoran sustancialmente, la dieta a menudo se continua durante al menos 2 años. Los efectos secundarios de una dieta cetogénica puede incluir un bajo nivel de azúcar en sangre, torpeza (letargo), y pérdida de peso. A veces se prescribe una dieta Atkins en su lugar. Es una forma menos estricta de la dieta cetogénica.
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