La conjuntiva es la membrana que recubre el párpado y gira para cubrir la esclerótica (la capa de fibra blanca dura que cubre el ojo) hasta el borde de la córnea (la capa transparente situada delante del iris y de la pupila, véase Estructura y función de los ojos). La conjuntiva ayuda a proteger el ojo de pequeños cuerpos extraños y de las infecciones causadas por microorganismos externos; así mismo, contribuye a mantener la película lagrimal.
El trastorno más frecuente de la conjuntiva es la inflamación (conjuntivitis). Existen muchas causas de inflamación, incluyendo
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Infecciones por bacterias (incluyendo la clamidia), virus u hongos (véase Conjuntivitis infecciosa)
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Reacciones alérgicas (véase Conjuntivitis alérgica)
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Sustancias químicas o cuerpos extraños en el ojo
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Sobreexposición a la luz solar
La conjuntivitis tiende a durar relativamente poco tiempo, pero algunas formas pueden durar meses o años. A menudo, la conjuntivitis de larga duración se produce por alergias crónicas, infecciones (tracoma) crónicas e irritación crónica de los ojos, que aparece cuando el párpado se vuelve hacia afuera (ectropión) o hacia adentro (entropión), al usar ciertos colirios o por sequedad crónica. Sea cual sea la causa, las personas con conjuntivitis suelen presentar síntomas parecidos, como enrojecimiento y secreción. Algunos tipos de conjuntivitis también causan prurito o irritación.
La esclerótica es la capa exterior, dura y blanca del globo ocular. Es una capa que le proporciona resistencia estructural y lo protege contra penetraciones y rupturas; en raras ocasiones, se inflama (escleritis).
La epiesclerótica es una capa de tejido delgado que cubre la esclerótica. La epiesclerótica contiene diminutos vasos sanguíneos que suministran nutrientes a la esclerótica. A veces, la epiesclerótica se inflama (epiescleritis).