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La persona puede desarrollar síntomas de enfermedad renal crónica, como pérdida de apetito, náuseas, vómitos, prurito y confusión.
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También puede presentar síntomas relacionados con el daño a otros órganos causado por la hipertensión.
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El médico establece el diagnóstico basándose en los antecedentes de hipertensión, además de los resultados de la ecografía y de los análisis de sangre.
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El tratamiento consiste en un control estricto de la presión arterial.
(Véase también Introducción a los trastornos vasculares renales.)
La nefroesclerosis arteriolar hipertensiva se produce cuando la hipertensión de larga duración (crónica) daña el tejido renal, incluyendo los pequeños vasos sanguíneos, los glomérulos, los túbulos renales y los tejidos intersticiales. Como resultado, se desarrolla una enfermedad renal crónica progresiva. La hipertensión crónica también puede dañar el corazón, y provocar un fallo cardíaco. La hipertensión también aumenta el riesgo de infarto de miocardio y de accidente cerebrovascular.
La nefroesclerosis hipertensiva progresa hacia una enfermedad renal en etapa terminal (enfermedad renal crónica grave) solo en un pequeño porcentaje de los casos. Sin embargo, como la hipertensión crónica y la nefroesclerosis son frecuentes, la nefroesclerosis hipertensiva es una de las causas más frecuentes de enfermedad renal en etapa terminal.
Los factores de riesgo son: edad avanzada, hipertensión entre moderada y grave mal controlada y otros trastornos renales (por ejemplo, la nefropatía diabética). Las personas de ascendencia africana presentan un riesgo mayor, pero no está claro si el riesgo se incrementa debido a que la hipertensión arterial alta mal controlada es más frecuente entre estas personas o bien porque son más susceptibles desde el punto de vista genético al daño real causado por la hipertensión.
Síntomas
Se pueden desarrollar síntomas de enfermedad renal crónica, como pérdida de apetito, náuseas, vómitos, prurito, somnolencia o confusión, pérdida de peso, así como un sabor desagradable en la boca.
Diagnóstico
El diagnóstico se puede sospechar cuando los análisis de sangre rutinarios indican el deterioro de la funcionalidad renal en una persona con presión arterial alta (hipertensión). Los médicos establecen el diagnóstico cuando la exploración física o los resultados de las pruebas muestran evidencia de daño orgánico causado por la presión arterial alta. Este daño puede consistir en alteraciones en la retina observadas con un oftalmoscopio o en una evidencia de anomalías cardíacas detectadas con una electrocardiografía (ECG) o una ecocardiografía.
Deben realizarse análisis de orina para detectar otros trastornos que puedan causar la enfermedad renal.
Se debe hacer una ecografía para excluir otras causas de daño renal. La ecografía puede mostrar que el tamaño renal se reduce. La biopsia renal se hace sólo si el diagnóstico no está claro.
Tratamiento
El tratamiento consiste en el control estricto de la presión arterial. La mayoría de las personas deben tomar una combinación de medicamentos, incluyendo un antagonista de los receptores de la angiotensina II (ARA-II) o un inhibidor de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) y, posiblemente, antagonistas del calcio, diuréticos tiacídicos o betabloqueantes. La pérdida de peso, el ejercicio y la restricción de la ingesta de agua y sal también ayudan a controlar la presión arterial. La enfermedad renal crónica se debe controlar mediante la restricción de la ingesta de líquidos y sal y en algunas ocasiones mediante diálisis.
El pronóstico depende por lo general de lo bien que se controle la presión arterial y del grado de daño renal. Por lo general, el daño renal progresa lentamente. Después de 5 a 10 años, sólo entre el 1 y el 2% de las personas desarrollan disfunción renal significativa.