Las variaciones en el comportamiento alimentario en niños oscilan entre variabilidad del apetito adecuada para la edad y los trastornos alimentarios graves e incluso potencialmente mortales, como la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y los episodios de ingesta compulsiva. La alimentación desordenada también puede resultar en sobrealimentación y obesidad (véase también Obesidad en los adolescentes) (1).
Los padres de niños pequeños suelen preocuparse porque un niño no come lo suficiente o come demasiado, consume alimentos inadecuados, se rehúsa a ingerir determinados alimentos (véase también Trastorno que evita/restringe la ingesta de alimentos), o adopta conductas inapropiadas durante las comidas (p. ej., le da comida a las mascotas, arroja o deja caer deliberadamente los alimentos) (2).
La evaluación debe incluir un historial detallado de la frecuencia, duración e intensidad del problema. El crecimiento debe evaluarse basándose en la estatura o longitud y el peso, que se miden y se ubican en los gráficos apropiados (véase growth charts [gráficos de crecimiento] de la Organización Mundial de la Salud [desde el nacimiento hasta los 2 años] y growth charts [gráficos de crecimiento] de los Centers for Disease Control and Prevention, Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades [después de los 2 años]). A menudo, cuando se muestran a los padres los gráficos que indican que el niño crece a una velocidad normal, disminuyen sus preocupaciones acerca de la alimentación.
Los niños deben ser evaluados para trastornos alimentarios si:
Expresan preocupaciones persistentes acerca de su aspecto o peso.
Su peso disminuye o se estabiliza a una edad en la que se espera crecimiento y aumento de peso.
Su peso comienza a aumentar a una velocidad notablemente más rápida que la previa.
Las preocupaciones persistentes sobre la apariencia deben levantar sospechas de un trastorno dismórfico corporal.
Sin embargo, la mayoría de los problemas de conducta alimentaria no persisten lo suficiente como para afectar al crecimiento y al desarrollo. Si los niños impresionan sanos y el crecimiento progresa en forma constante y dentro de límites aceptables, debe tranquilizarse a los padres y recomendarles que minimicen el conflicto y la presión relacionados con la alimentación. De hecho, la preocupación parental prolongada y excesiva puede contribuir a trastornos alimentarios ulteriores.
Si los padres están preocupados de que los niños no estén comiendo alimentos específicos o que no estén comiendo lo suficiente, es poco probable que los intentos de alimentación forzada aumenten la ingesta; los niños pueden desarrollar reacciones emocionales negativas a los alimentos o pueden mantener la comida en la boca o escupirla o incluso vomitar. Los padres deben ofrecer comidas mientras están sentados en una mesa con la familia sin distracciones, como televisión, dispositivos digitales o mascotas, y evitar asociar los alimentos con emociones positivas o negativas excesivas. Deben retirarse los alimentos a los 20-30 min sin comentarios respecto de si se han comido o no. Los niños deben participar en limpiar cualquier alimento que tiren o dejen caer deliberadamente al suelo. Estas técnicas, junto con la limitación de las comidas entre horas a una colación matutina y una vespertina, suelen restablecer la relación entre apetito, cantidad de comida consumida y necesidades nutricionales del niño.
(Véase también Generalidades sobre los problemas de conducta en niños).
Referencias
1. Pastore M, Indrio F, Bali D, Vural M, Giardino I, Pettoello-Mantovani M. Alarming Increase of Eating Disorders in Children and Adolescents. J Pediatr. 2023;263:113733. doi:10.1016/j.jpeds.2023.113733
2. Fonseca NKO, Curtarelli VD, Bertoletti J, et al. Avoidant restrictive food intake disorder: recent advances in neurobiology and treatment. J Eat Disord. 2024;12(1):74. Published 2024 Jun 7. doi:10.1186/s40337-024-01021-z
