En los recién nacidos, el líquido extracelular (LEC) representa hasta el 45% del peso corporal, por lo que se requieren dosis relativamente más altas de ciertos antibióticos (p. ej., aminoglucósidos) que en los adultos. En los recién nacidos prematuros, las concentraciones séricas más bajas de albúmina pueden reducir la unión a proteínas de los antibióticos. Los fármacos que desplazan la bilirrubina de la albúmina (p. ej., sulfamidas, ceftriaxona) aumentan el riesgo de querníctero.
En los recién nacidos, la ausencia o deficiencia de ciertas enzimas puede prolongar la semivida de algunos antibióticos (p. ej., cloranfenicol) y aumentar el riesgo de toxicidad. Los cambios en la TFG (tasa de filtración glomerular) y la secreción tubular renal durante el primer mes de vida exigen modificaciones de las dosis de los fármacos que se excretan por vía renal (p. ej., penicilinas, aminoglucósidos, vancomicina).
(Véase también Generalidades sobre las infecciones neonatales.)